Ese túnel oscuro como naufragio interno
de Neruda,
terremoto de huesos y sangre
agolpada
y todo dentro,
sin sonido.
Así es el escenario donde la muerte
pone sus pie

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Filosa espada de aire
de miedo,
transparente.
En el filo, mi garganta
noches y noches
invadida por el sueño suave de las píldoras
para no despertar
a la demencia.

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Estoy dormida, estoy dormida…
Aprieto fuerte los ojos y las manos
voy a tomar somníferos
para que no puedas despertarme
y no tengamos que volver a la pelea, al box de culpas
donde ganas por puntos
porque después de tantos años
no he aprendido a defenderme
y aunque apelo al nocaut,
la lona es mía,
fría en mi espalda,
con golpe y lágrimas
que no sé si son de tristeza
o de rabia
mientras danza el miedo
en lentejuelas
con el cartel del round que sigue
— yo sólo quería dormir, era cierto,
sólo quería que no pudieras despertarme…

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Mi cuerpo es mío y hoy no te lo presto ni para jugar un rato

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Resurgir y caer
y resurgir.
Fénix sin plumas, sin fuego
sin un cuerpo incandescente
que presagie el camino
de la salvación.
Sólo lágrimas curativas
sólo el propio colchón que amortigua
las caídas.

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No merecía vivir así
no merecía haber sido parida de la violencia a la violencia,
para atestiguar los golpes y los llantos
tras las puertas
y los sollozos
el llanto que siquiera me decía que seguías viva.
Aprendí a caminar en silencio
y los caminos secretos de la huida
pero después resulta que
huir no es un saber que sirva para nada.

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